jueves, 23 de noviembre de 2017

Antología parte III - Bertolt Brecht







CRONOPIO


A seguir se encuentran algunos poemas del autor Bertolt Brecht quien se ensañó contra la guerra
aunque le tirase al exilio y que por ello, su intento por hacer algo tuviese que hacerse por fuera de las
zonas de tiros, ya que había sido arrojado lejos de su país cuando este se laceraba, se esquirlaba
y empezaban a pulular las parcas.


Se puede apreciar en los versos las ideas centradas en lo que queda durante y después de la guerra
(viudas, huérfanos, tumbas anónimas, fosas comunes, vacíos, preguntas sin pronunciarse ni
responderse, ningún responsable, ningún victimario...). De paso, también cuestiona lo que propende
la guerra que es en general la indiferencia paulatina, porque nadie se ocupa de ella, por mala que sea,
hasta que no se le venga de frente, hasta que le toque el turno de que “lo cojan”.


Total que la guerra acontece, desde esta arista, por una disposición cultural y social que se encarga
de que germine e infeste todo a su paso. Porque la guerra no es un golpe de mala suerte en una nación,
es el producto de un prolijo, buscado y esperado proceso, es la unión de muchas variables que pocas
veces de aúnan solas, por lo que se convierten en el resultado de un deseo y suerte mancomunados.
Desde allí, la guerra es vista como consecuencia de lo que somos y hacemos, por ende, todo lo que
nos pase en esta, es reacción a nuestro comportamiento, por acción u omisión cada bomba nos la
merecemos, cada agente naranja nos lo ganamos, cada gen atrofiado, cada pierna mutilada, cada ojo
salteado es la recompensa al esfuerzo colectivo que como hombres hemos hecho para ameritarlo.
Es nuestro bien ganado karma conjunto.


Por otra parte, Brecht trae a la luz otra verdad latente: los muertos que recogemos en el campo de
batalla, muertos estaban desde antes, condenados por su destino, por su elección y por la del resto.
Con ello, la viuda sólo recibe un título que ratifica lo que ya era: la esposa de un difunto al que se le
demoró el entierro y que hablaba, opinaba, se quejaba, comía, huía y eventualmente mataba mientras
“esperaba” los preparativos (“...eran ya nuestras mujeres viudas...”).


Concomitantemente, el reconocimiento a esa viudez es uno de los tantos cuidados de los que se
ocupa el poeta y se pregunta, y nos pregunta insisténtemente: ¿qué les quedó a estas mujeres sino
la certeza de lo que ya venían siendo y sintiendo? El poeta nos hace una extensa lista de las
compensaciones emblemáticas que recibe la mujer del soldado: recuerdos, medallas, accesorios,
ropa, excusas, papeles, artículos de uso personal desgastados, informes sesgados, saludos militares
de “respeto”, disparos al aire, trompetazos fúnebres. En fin, una lista vasta de evasivas que no
devuelven el cuerpo deseado, que no retornan el ser amado, que no dan pistas de dónde quedaron
unos rostros, que no responde por qué unos ojos ya no brillan y por qué ya no hay pulso y por qué
la boca ya no empaña el vidrio y por qué ya no sonríe su esposo cuando le ve y no se sonroja cuando
le besa y por qué pesa tan poquito y cabe en apenas un estuchecito de 30cms cuando pensaba que
había enviado un hombre corpulento y alto, o bien escuálito pero no tanto como para estrecharse en
esa pequeña dimensión de madera.


Así que la viuda se interroga ¿Dónde le metieron sus piernas de un metro? ¿Dónde está el apetito
voraz que le agradecía cada cena? Además, se extraña porque cuando sienta el estuche junto a ella
en la mesa, apenas ni se inmuta y este permanece en silencio ¿por qué le devolvieron tan lacónico?
¿Le pasó a caso algo que no le ha podido escuchar ni media palabra? También, piensa que algo raro
debe haberle ocurrido porque ya en las noches no le busca, no se le insinúa o se le avienta, ya el
estuche aquel ni la voltea a ver, ni su contenido se emociona cuando ella se aligera de ropa y entra
en las sábanas junto a él... Debe haber un error ((piensa)) ¿Dónde se reclama acaso? ¿Cuál es la
ventanilla para cambios? Ese estuche de madera y terciopelo no es su esposo, sospecha...


Lo “gracioso” del asunto es que aquella pandemia de viudas debe darse por bien servida, porque
por lo menos hubo devolución de algo, por lo menos hubo alguna palabra, así fuese falsa,
distorsionada o rota. Ahora bien, ¿qué pasó con los que sólo el agudo silencio les acompañó y les
ofreció respuestas y disculpas? Como los niños en su cruda cruzada que se quedaron a la espera de
su perro y el perro que se congeló esperando a los niños y ambos que se quedaron a la espera de
lo que fuera porque no sabían de qué iba todo esto y nadie decía nada. Nadie que pasaba de prisa,
nadie que sólo lanzaba cosas y corría y hablaba idiomas diferentes o no hacía contacto visual y sólo
seguía de largo.


Con todo lo anterior, se visualiza que la guerra lo primero que se lleva -fuera de la decencia y la
dignidad-, son los argumentos y la voz, por lo que dentro de este contexto el “soldado” más bizarro
y encarnizado con la causa, no es el que se enlistó, el patriota, el nacionalista, ni el que desfila en las
tropas, es el humano que se abre paso en la masa empuñando aún pedazos de empatía, que aún
se atreve a voltear la vista en busca de la voz que grita (en algún idioma conocido o no) por auxilio,
el que es capaz de reconocer que en su papel de víctima es -además- un enemigo letal. Aquel que,
pese al hambre divide la ridícula y roída porción que carga en el aún más roído bolsillo. Asimismo,
el más bizarro, es el que reconoce humanos en la pila de cadáveres, el que le pregunta el nombre
y cómo está a alguien que evidentemente ya casi no está y tiene sus entrañas expuestas y apenas
si se acuerda quién es o quién está dejando de ser, porque el dolor y el miedo no le dejan pensar en
nada más que en la sangre que se va y el aire que no respirará nunca más.


Brecth por tales motivos, es un poeta vocero de las víctimas, pero no de las de rutina, que serían el
civil o el pobre ciudadano al que lo traicionó su Estado y se le salió de las manos la situación de la
que ni se enteró. Bertolt en cambio, se compadece del que muere y del que mata, del que huye y el
que sigue, del que arroja la bomba y el que la recibe, del que se calcina vivo y el que carga el lanza
llamas, del que pierde al hijo y del que era hijo, del que empezó el conflicto y del que no supo cómo
detenerlo, del que aplaudió la guerra y del que la repudió. De igual forma, se compadece de los que
mantienen su nobleza pese a las agrestes pruebas de la guerra y del que se deja llevar por la
necesidad y la misera y sencillamente peca.


No obstante, de todos ellos a los que intenta justificar, entender, sentir, le guarda un lugar especial
al soldado. Este ser que sencillamente desconoce que ya hay una tumba con su nombre o por lo
menos un agujero en donde escribirán afanosamente los números de su placa de identificación.
Tampoco sabe que ya para algún escritorio es considerado una baja varios meses antes incluso de
cerrar los ojos. Dicho soldado ni siquiera sospecha, que seguramente ni alcanzará a cerrarlos porque
la vida se le irá tan rápido del cuerpo que ni el último parpadeo se concluirá y que partirá a la nada,
hacia Dios o hacia el oblivion sin dejar de mirar nunca la dimensión de la que es pateado. A no ser
que, de pronto, un colega (soldado o humano o ambas) que goce unos días más de vida, pase por
su lado y le pose su palma en sus párpados y termine de bajarlos pensando que ya fue suficiente de
tanta tragedia delante de sus pupilas.


Otra llaga en la que Brecht mete el dedo es el hecho de que históricamente el honor, la fama y la
gloria es selecta con respecto de a quien se la concede, sea que se haya pertenecido al bando
ganador o no, debido a que es indiferente si se haya hecho parte del equipo ejecutor o no. En general
los reyes,emperadores, héroes (generales, coroneles, presidentes...) reciben los elogios y los aplauso
s y no hay homenaje alguno para los caídos o para los que mediante la ruptura de su psiquis, el
fallecimiento parcial de su humanidad, el desgaste irreversible de su cuerpo propendieron los triunfos
y logros.


Por lo tanto, Brecht se cuestiona quién está detrás de las acciones y construcciones admirables de la
historia desde la mirada de un “obrero” (“Preguntas de un obrero ante un libro”) que de pronto se
detiene a reflexionar por qué se menciona sólo a las cabezas y no a los ejércitos, empleados,
esclavos, subalternos y demás cooperadores y colaboradores, a quienes se les invisibiliza desde
tiempos inmemoriables hasta el presente.


Cual sinécdoque, se tiene el hecho de que nadie recuerda acaso cómo era que se llamaba aquel
chico que aparece en la foto, luciendo famélico en los campos de concentración mientras “es
rescatado” por el ejército norteamericano, porque la foto busca es la honra y exaltar el prestigio y la
reputación de lo buena gente y geniales que
fueron aquellos salvadores gringos. ¿quién era acaso el que estaba detrás encima de los otros 10,
al lado de los otros 100 que sólo reciben el nombre de “cadáveres” que perdieron su identidad,
nombre, estatus, nacionalidad y se volvieron sólo una cifra global de “víctimas de la guerra” o en el
peor de los casos sólo “número de bajas”?


(“And it's all over
For the unknown soldier”1)


En suma, lo que se encuentra inscrito en tinta invisible en los poemas de Bertolt es que:


* La guerra mientras no nos afecte todo está bien.
* La guerra es promovida por el Estado, pero hecha por todos.
* El hombre tiene la capacidad innata de negarse a ser sometido un instrumento de guerra, su
raciocinio debiese permitirle discernir y no justificarse en que siguió órdenes.
* Pensar en tiempos de guerra quizá sea nuestra mejor arma y estrategia.
* Todos pierden, sufren, viven miserias, sienten desolación y humillación, recogen muertos, lloran.
Solo que, en últimas, una parte de esa masa, ostenta el título de vencedor y otros el de vencidos.
* Es ridículo el desgaste de los participantes de la guerra en donde no hay ningún voluntario; todos
sin falta (así se alejen varios países o varias décadas) se “enlistan”.


La invitación acá es a compartir la responsabilidad y la culpa, a traspasarnos la compasión tardía que
debimos tener entonces, donde no es excusa si quiera no haber nacido o no haber empuñado el
arma letal, ya que nos hemos beneficiado abiertamente de los hallazgos colectivos de la humanidad,
de las bondades conjuntas del mundo, de su tecnología, de su inteligente, de su construcción
evolutiva. Así que, en contra parte, también debemos apropiarnos, también nos pertenece su arista
turbia, su lado oscuro de la luna, debemos entender que lo que hace la humanidad lo hace en
consecuencia el que se proclame e identifique como hombre, porque esto de existir no es un proceso
aislado. Somos causa y consecuencia de lo que le pasa al otro, de lo que nos pasa como pueblo.


Somos la guerra misma, en cuanto más rápido lo reconozcamos, más pronto podremos pasar del
poema a la materialización de la respuesta que atrofie la sentencia histórica de padecernos.


Bretch lo supo ¿vos querés saberlo?
De ser así, servite una porción de realidad ensalsada en poesía.

Leidy Lorena Arango P.
Medellín, junio 5 de 2016.




Bertolt Brecht


(1898 - 1956)
















RESEÑA BIOGRÁFICA


Escritor alemán, recordado como uno de los más influyentes dramaturgos y poetas del siglo XX,
al que se le atribuye la creación del teatro épico y autor de poesía cristalina y viva que convirtió su
obra en una “lectura indispensable” para los amantes de la poesía social y el teatro.


Inició su carrera a temprana edad, con la publicación de su primera obra a los 20 años.
Se caracterizó por su rebeldía, su atracción por lo extravagante y su deseo de vivir intensamente.
A través de la literatura propuso y procuró un cambio en su contexto que en su momento le costó el
exilio (durante la Segunda Guerra Mundial) debido en especial a las ideas marxistas que defendía y
difundía. Mientras vivió este desarraigo se trasladó a diferentes países como Suiza, Estados Unidos,
Rusia y Finlandia en donde continuó su escritora pero intensificada con tintes políticos, sociales y
rebeldes2.


EN TIEMPO DE LA EXTREMA PERSECUCIÓN

Si sois abatidos,
¿qué quedará?
Hambre y lucha,
nieve y viento.
¿De quién aprenderéis?
De aquel que no caiga.
Del hambre y del frío
aprenderéis.
No valdrá decir:
¿No ha pasado ya todo?
Los que soportan la carga
reanudarán sus quejas.
¿Quién les informará
de aquellos que mueren?
Sus cicatrices y muñones
les informarán.

Generaciones marcadas

Mucho antes de que aparecieran sobre nosotros los
bombarderos
ya eran nuestras ciudades
inhabitables. La inmundicia
no se la llevaban
las cloacas.
Mucho antes de que cayéramos en batallas sin objeto
tras cruzar las ciudades que aún quedaban en pie,
eran ya nuestras mujeres
viudas, y huérfanos nuestros hijos.
Mucho antes de que nos arrojaran a las fosas los que ya se
habían marcado,
ya carecíamos de amigos. Lo que la cal
nos comió no eran ya rostros.


¿Qué recibió la mujer del soldado?


¿Qué recibió la mujer del soldado
desde Praga, la vieja capital?
De Praga recibió un par de zapatos,
un saludo y zapatos de tacón.
Eso de Praga recibió.


¿Qué recibió la mujer del soldado
de Varsovia, cruzada por el Vístula?
Recibió de Varsovia una camisa
de lino con un hermoso color.
Eso de Varsovia recibió.


¿Qué recibió la mujer del soldado
desde Oslo, bañada por el Sund?
De Oslo recibió un cuello de piel,
un buen regalo de Oslo recibió.
Eso de Oslo recibió.


¿Qué recibió la mujer del soldado
de la rica ciudad de Rotterdam?
Un hermoso sombrero recibió
¡y qué bien sienta un sombrero holandés!
Eso de Holanda recibió.


¿Qué recibió la mujer del soldado
desde Bruselas, la bella ciudad?
De Bruselas, preciosos encajes,
lo que toda mujer siempre soñó.
Eso de Bruselas recibió.


¿Qué recibió la mujer del soldado
desde París, la ciudad de la luz?
Un vestido de seda recibió
-¡qué envidia sus amigas!- de París.
Eso de París recibió.




¿Qué recibió la mujer del soldado
desde Trípoli, en la Libia lejana?
De Libia, una cadena y amuletos,
la cadena de cobre recibió.
Eso de Libia recibió.


¿Qué recibió la mujer del soldado
desde Rusia, el país interminable?
El velo de viuda recibió
de Rusia para ir al funeral.
Eso de Rusia recibió.

(De Schweyk en la Segunda Guerra
Mundial, 1942)


EL FÜHRER OS DIRÁ: LA GUERRA

dura cuatro semanas. Cuando llegue el otoño
estaréis de vuelta. Pero
vendrá el otoño y pasará,
vendrá de nuevo y pasará muchas veces, y vosotros
no estaréis de vuelta.
El pintor de brocha gorda os dirá: las máquinas
lo harán todo por vosotros. Sólo unos pocos
tendrán que morir. Pero
moriréis a cientos de miles, nunca
se habrá visto morir a tantos hombres.
Cuando me digan que estáis en el Cabo Norte,
y en Italia, y en el Transvaal, sabré
dónde encontrar un día vuestras tumbas.


EN EL MURO HABÍAN ESCRITO CON TIZA:


quieren la guerra.
Quien lo escribió
ya ha caído.



LOS DE ARRIBA DICEN:

éste es el camino de la gloria.
Los de abajo dicen:
éste es el camino de la tumba.

Preguntas de un obrero ante un libro


Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó?
En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió a construir otras tantas? ¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?
La noche en que fue terminada la Muralla china,
¿adónde fueron los albañiles? Roma la Grande
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan
cantada,
¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa
Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban
pidiendo ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César venció a los galos.
¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
Felipe II lloró al hundirse
su flota. ¿No lloró nadie más?
Federico II venció la Guerra de los Siete Años.
¿Quién la venció, además?
Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién pagaba sus gastos?
Una pregunta para cada historia.

(1934, del libro Historias de almanaque, 1939)



GENERAL,
TU TANQUE ES MÁS FUERTE QUE UN COCHE


PRIMERO COGIERON...



Primero cogieron a los comunistas,

y yo no dije nada por que yo no era un comunista.

Luego se llevaron a los judíos,

y no dije nada porque yo no era un judío.

Luego vinieron por los obreros,

y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista.

Luego se metieron con los católicos,

y no dije nada porque yo era protestante.

Y cuando finalmente vinieron por mí,

no quedaba nadie para protestar.











LA CRUZADA DE LOS NIÑOS

En Polonia, en el año treinta y nueve,
se libró una batalla muy sangrienta
que convirtió en ruinas y desiertos
las ciudades y aldeas.
Allí perdió la hermana al hermano
y la mujer al marido soldado.
Y, entre fuego y escombros, a sus padres
los hijos no encontraron.
No llegaba ya nada de Polonia.
Ni noticias ni cartas.
Pero una extraña historia, en los países
del Este circulaba.
La contaban en una gran ciudad,
y al contarlo nevaba.
Hablaba de unos niños que, en Polonia
partieron en cruzada.
Por los caminos, en rebaño hambriento,
los niños avanzaban.
Se les iban uniendo muchos otros
al cruzar las aldeas bombardeadas.
De batallas y negras pesadillas
querían escapar
para llegar, al fin,
a algún país en el que hubiera paz


Había, entre ellos, un pequeño jefe
que los organizó.
Pero ignoraba cuál era el camino,
y ésta era su gran preocupación.
Una niña de once años era
para un niño de cuatro la mamá:
le daba todo lo que da una madre,
mas no tierra de paz.
Un pequeño judío iba en el grupo.
Eran de terciopelo sus solapas
y al pan más blanco estaba acostumbrado

Y, sin embargo, todo lo aguantaba.
Más tarde se sumaron dos hermanos,
y ambos eran muy buenos estrategas
para ocupar las chozas que en el campo
los campesinos cuando llueve dejan.
También había un niño muy delgado
y pálido que siempre estaba aparte.
Tenía una gran culpa sobre sí:
la de venir de una embajada nazi.
Y un músico, además, que en una tienda
volada había encontrado un buen tambor.
Tocarlo les hubiera delatado,
y el niño músico se resignó.
Y hasta un perro llevaban que, al cogerle,
se disponían a sacrificar.
Pero ninguno se atrevía a hacerlo,
y ahora tenían una boca más.


También había una escuela
y en ella un maestrito elemental.
La pizarra era un tanque destrozado
donde aprendían la palabra «paz».
Y, al fin, hubo un concierto entre el estruendo
de un arroyo invernal.
Pudo tocar el niño su tambor
pero no le pudieron escuchar.
No faltó ni siquiera un gran amor:
quince años el galán, doce la amada.
En una vieja choza destruida,
la niña el pelo de su amor peinaba.
Pero el amor no pudo resistir
los fríos que vinieron:
¿cómo pueden crecer los arbolillos
bajo toda la nieve del invierno?


Hubo incluso una guerra
cuando con otro grupo se encontraron.
Pero viendo en seguida que era absurda,
la guerra terminaron


Cuando era más reñida la contienda
que en tornó a una garita sostenían,
una de las dos partes
se quedó sin comida.
Al saberlo la otra, decidieron
un saco de patatas enviar
al enemigo, porque sin comer
nadie puede luchar.


A la luz de dos velas
un juicio celebraron.
Y, tras audiencia larga y complicada,
el juez fue condenado.
Hubo un entierro, en fin: el de aquel niño
que tenía en el cuello terciopelo.
Dos alemanes junto a dos polacos
enterraron su cuerpo.


No faltaban la fe ni la esperanza,
pero sí les faltaba carne y pan.
Quien les negó su amparo y fue robado
después, nada les puede reprochar.
Mas nadie acuse al pobre que a su mesa
no los hizo sentar.
Para cincuenta niños hace falta
mucha harina: no basta la bondad.
Si se presentan dos, o incluso tres,
es fácil que cualquiera los atienda.
Mas cuando llegan niños en tropel
las puertas se les cierran.
En una hacienda destruida, harina
hallaron en pequeña cantidad.
Una niña en mandil, de once años,
durante siete horas coció pan.


Amasaron la masa largamente,
la leña, bien cortada, ardía bien,
pero el pan no subió
porque ninguno lo sabía cocer.
Decidieron marchar,
buscando sol, al Sur. El Sur
es donde a mediodía todo

está lleno de luz.


A un soldado encontraron
herido en un pinar.
Siete días cuidándole, y pensaban:
«Él nos podrá orientar.»
Mas el soldado dijo: «¡A Bilgoray!»
Debía de tener
mucha fiebre: murió al día siguiente.
Le enterraron también.
Y los indicadores que encontraban
la nieve apenas los dejaba ver.


Pero ya no indicaban el camino,
todos estaban puestos al revés.
Aunque no se trataba de una broma:
sólo era una medida militar.
Buscaron y buscaron Bilgoray,
mas nunca la pudieron encontrar.
Se reunieron todos con el jefe,
confiados en él.
Miró el blanco horizonte y señaló:
«Por allí debe ser.»
Vieron fuego una noche:
decidieron seguir sin acercarse.
Pasaron tanques, otra vez, muy cerca,
pero iban hombres dentro de los tanques.
Al fin, un día, a una ciudad llegaron,
y dieron un rodeo.
Caminaron tan sólo por la noche
hasta que la perdieron.
Por lo que fue el sureste de Polonia,
bajo una gran tormenta, entre la nieve,
de los cincuenta niños
las noticias se pierden.
Con los ojos cerrados,
dentro de mí los veo cómo vagan
de una casa en ruinas
a otra bombardeada.


Por encima de ellos, entre nubes,
caravanas inmensas
penosamente avanzan contra el viento,
y, sin patria ni meta,
van buscando un país donde haya paz,
sin incendios ni truenos,
tan diferente a aquel de donde vienen.
Y, unidas, forman un cortejo inmenso.
Y, al caer el ocaso, ya sus caras
no parecen iguales.
Ahora veo caras de otros niños:
españoles, franceses, orientales...
Y en aquel mes de enero,
en Polonia encontraron
un pobre perro flaco
que llevaba un cartel de cartón al cuello atado.
Decía: «Socorrednos
Perdimos el camino.
Este perro os traerá.
Somos cincuenta y cinco.
Si no podéis venir,
dejadle continuar.
No le matéis. Sólo el
conoce este lugar.»


Era letra de niño
y campesinos quienes la leyeron.
Ha pasado año y medio desde entonces.
Desde que hallaron, muerto de hambre, un perro.



(Del libro Historias de almanaque, 1939)


REFERENCIAS


* Al Dorso. Recuperado de: http://www.aldorso.com.ar/15-AGO- 15_Consigna_clip_image002.jpg

* Brecht, B. Poemas y canciones. Bertolt Brecht, Poemas y canciones. El libro de bolsillo Literatura
Alianza Editorial. España. Recuperado de: http://resistir.info/livros/brecht_poemas_y_canciones.pdf

* Poemas del alma. Recuperados de: http://www.poemas-del-alma.com

* Poemas para la paz (2003, agosto). Recuperado de:
http://maratondeloscuentos.org/spip/IMG/pdf/poepaz.pdf

* Imagen paloma de paz. Recuperado de
http://www.fotografia.islamoriente.com/sites/default/files/image_
field/La%20guerra %20y%20la%20paz%20(caricatura)%20-%205%E2%80%8E.jpg


* Imagen paloma y granada. Recuperado de: http://convertimage.me/gal/20130417-015148-  
omcrk.jpg

* Imágenes soldados del mundo. Recuperado de:
http://www.taringa.net/posts/arte/14931226/Soldados-del-Mundo---Dibujos.html
1Fragmento de la canción “Unknow soldier” del grupo The doors y carga antibélica evidente.


2Las reseñas biográficas fueron alimentadas en gran medida de la información hallada en la página
web de “Poemas del Alma”, la cual se referencia al final del texto.

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